El cuerpo desde su construcción como imagen autopercibida implica una complejidad fascinante. Atravesado por el lenguaje y el tiempo, el cuerpo se hace con la palabra. A partir de él construimos nuestra experiencia en el mundo. El cuerpo muta, se transforma y cambia esa experiencia. Pero es posible también afectar al cuerpo, entendiéndolo como sede, origen y resguardo.
Nuestro cuerpo va armando una historia. Es a la vez el instrumento con el que se hace el tejido y el soporte. Como un recuerdo expuesto al olvido. El cuerpo expone su blandura al tiempo. Proteger viene del latín protegere (amparar, defender) formada por el prefijo pro (hacia delante, en favor de) y el verbo tegere (tejer, cubrir).
Lo primero es reivindicar el cuerpo, ponerlo a salvo. Permitir que despliegue su destino. Una vez que el cuerpo está a salvo es posible la belleza.
La belleza quizás sea el esplendor de lo que nace. Todo nacimiento implica una transformación de la forma.
La forma puede ser modificada por la luz. La luz da nacimiento a nuevas formas. A través de la luz y el color queda afectada la materia. Lo visible e invisible se entrecruzan en el movimiento.
El movimiento implica habitar un cuerpo a salvo.
La felicidad es el hallazgo que implica trascender la forma. El cuerpo en movimiento se expandió y alcanzó la plenitud de su danza.
Las aplicaciones de terapia fotónica han incrementado su desarrollo en los últimos años debido a sus beneficios en la reducción del dolor e inflamación, estimulación de tejidos y restauración de funciones a nivel de diversos órganos. Nuestros productos de uso personal son recomendados por profesionales de diversas áreas incluso como complemento de otras terapias.
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